Episode 456: 22 de Diciembre de 2024 - Notas de Elena - Material complementario de ES para adultos
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NOTAS DE ELENA
Material complementario de la escuela Sabática para adultos
Narrado por: Patty Cuyan
Desde: Californica USA
DOMINGO, 22 DE DICIEMBRE
ENCUENTRO EN GALILEA
Pedro, que todavía amaba mucho sus botes y la pesca, propuso salir al mar y echar sus redes. Todos acordaron participar en este plan... Así que salieron en su barco, pero no prendieron nada. Trabajaron toda la noche sin éxito...
[L]os discípulos vieron de pie sobre la playa a un extraño que los recibió con la pregunta: "Mozos, ¿tenéis algo de comer?" Cuando con-testaron: "No", "él les dice: Echad la red a la mano derecha del barco, y hallaréis. Entonces la echaron, y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de peces".
Juan reconoció al extraño, y le dijo a Pedro: "El Señor es". Pedro se regocijó de tal manera que en su apresuramiento se echó al agua y pronto estuvo al lado de su Maestro (El Deseado de todas las gentes, p. 810).
Cuando por tercera vez Cristo preguntó a Pedro: "¿Me amas?" la sonda llegó al fondo del alma. Reprendido por su propia conciencia, Pedro cayó sobre la Roca, diciendo: "Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo"...
Algunos aseguran que si un alma tropieza y cae, nunca puede recobrar su posición; pero el caso que estamos considerando contradice esto... Al encomendar a su cuidado las almas por las que había dado su vida, Cristo dio a Pedro la evidencia más fuerte de su confianza en su restauración...
Pedro tenía ahora la humildad suficiente para comprender las palabras de Cristo, y sin dudar más, el discípulo que había sido inquieto, jactancioso, presuntuoso se volvió sumiso y contrito. Siguió de veras a su Señor: el Señor al cual había negado. El pensamiento de que Cristo no lo había negado ni rechazado era para Pedro luz, consuelo y bendición (Conflicto y valor, p. 322).
Debemos contemplar a Cristo. La ignorancia de su vida y su carácter induce a los hombres a exaltarse en su justicia propia. Cuando contemplemos su pureza y excelencia, veremos nuestra propia debilidad, nuestra pobreza y nuestros defectos tales cuales son. Nos veremos perdidos y sin esperanza, vestidos con la ropa de la justicia propia, como cualquier otro pecador...
Mientras más nos acerquemos a Jesús, y más claramente apreciemos la pureza de su carácter, más claramente discerniremos la excesiva pecaminosidad del pecado, y menos nos sentiremos inclinados a ensalzarnos a nosotros mismos. Aquellos a quienes el Cielo reconoce como santos son los últimos en alardear de su bondad. El apóstol Pedro llegó a ser fiel ministro de Cristo, y fue grandemente honrado con la luz y el poder divinos; tuvo una parte activa en la formación de la iglesia de Cristo; pero Pedro nunca olvidó la terrible vicisitud de su humillación; su pecado fue perdonado; y sin embargo, él bien sabía que para la debilidad de carácter que había ocasionado su caída solo podía valer la gracia de Cristo. No encontraba en sí mismo nada de que gloriarse (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 123, 124).
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