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Ni diálogo ni conciliación: Claudia Sheinbaum escoge el camino de la división y odio que abrió AMLO

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Esperábamos señales de reconciliación nacional en el discurso de toma de protesta como presidenta. No sucedió.

Esperábamos señales de concordia y pacificación durante su discurso en el Zócalo. No pasó.

Esperábamos esas señales de diálogo con la oposición o con quienes no votaron por ella durante su primer conferencia de prensa. Tampoco sucedió.

Claudia Sheinbaum arrancó su sexenio sin todavía dar, hasta este momento que lo estamos comentando, ni una sola señal de que quiera reconciliarse de manera efectiva con muchos mexicanos, o que quiera hacer una labor de pacificación y concordia, de alianza con mucha gente que no votó por ella y que, hasta este momento aún sigue sin confiar en ella.

Esperábamos, por supuesto, que hubiera una señal, aunque fuera chiquita, con hacia una oposición que solita se ha opacado y se ha agazapado y se ha hecho pequeñita y diminuta, pero aún así ahí está.

Nada, cero. La presidenta Claudia Sheinbaum ni los ha pelado ni les ha merecido ni siquiera un rengloncito en sus discursos.

Ominoso porque, al final del día, México está separado, está divorciado, está completamente polarizado. “Nosotros, los pobres, ustedes los ricos”, “los malos y los buenos”, “los orcos y los elfos”.

Esperábamos muchos, ilusos por supuesto, que fuera uno de los primeros actos de la propia Presidenta que apelara a la que ha dicho es su vocación republicana.

Ni un atisbo de esa Claudia.

46% de los votantes en México no lo hicieron por Claudia. 46% de la población que toma decisiones en este país no está siendo tomada en cuenta por la Presidenta. 46% de los mexicanos siguen esperando una señal, aunque sea chiquita, de que la mandataria los va a tomar en cuenta.

Y Claudia Sheinbaum ha dicho absolutamente nada para con ellos. No desprecio, pero tampoco conciliación, ni trabajo conjunto, ni tampoco un ofrecimiento, un lanzarles la mano para decir “órale, vénganse a trabajar por un mejor México”. Nada, cero.

Eso sí, las loas al expresidente ya empezaron a aburrir y ya nos quedó bastante claro que seguirá haciéndola de tapete.

Eso sí, las afrentas contra los enemigos y los malvados identificados por el cuatroteísmo. Para Zedillo y para Calderón vaya que hubo menciones y denuestos. Para los trabajadores del Poder Judicial no hubo ni la más mínima intención de escucharlos, simplemente les dijo que regresen a trabajar y ya porque sus sueldos están seguros, como si el tema se circunscribiese única y exclusivamente a la lana que perciben.

Cero arreglo, cero diálogo. Así empieza el sexenio de Claudia Sheinbaum, que ha dicho que se equivocan quienes dicen que lo suyo será autoritarismo. No hace falta mas que un solo dedo de frente para entender que ni siquiera le hace falta ejercer el autoritarismo cuendo ambas cámaras son suyas. Tiene el poder total y en vez de aprovecharlo para reconciliar a México, no, opta por seguirlo dividiendo. Por seguir la misma vía de su antecesor: el odio, la división, el discurso polarizante, los malos de siempre.

Esperábamos muchos que la mandataria diera una señal de que México es más grande que sus que sus divisiones, que los mexicanos somos más fregones que nuestros odios, que los mexicanos podemos entablar un diálogo a pesar de nuestras diferencias. Altura y dignidad. No hubo ni un gramo.

Eso sí, la imitación de Carlos Salinas de Gortari le salió a la perfección.

Ni los veo, ni los oigo. No me importan. No me interesan. No los voy a escuchar.

Habrá que ver en el transcurso de su primer semana alguna línea de su discurso hable, aunque sea un poquito, de concordia y pacificación para el pueblo mexicano que no votó por ella.

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Esperábamos señales de reconciliación nacional en el discurso de toma de protesta como presidenta. No sucedió.

Esperábamos señales de concordia y pacificación durante su discurso en el Zócalo. No pasó.

Esperábamos esas señales de diálogo con la oposición o con quienes no votaron por ella durante su primer conferencia de prensa. Tampoco sucedió.

Claudia Sheinbaum arrancó su sexenio sin todavía dar, hasta este momento que lo estamos comentando, ni una sola señal de que quiera reconciliarse de manera efectiva con muchos mexicanos, o que quiera hacer una labor de pacificación y concordia, de alianza con mucha gente que no votó por ella y que, hasta este momento aún sigue sin confiar en ella.

Esperábamos, por supuesto, que hubiera una señal, aunque fuera chiquita, con hacia una oposición que solita se ha opacado y se ha agazapado y se ha hecho pequeñita y diminuta, pero aún así ahí está.

Nada, cero. La presidenta Claudia Sheinbaum ni los ha pelado ni les ha merecido ni siquiera un rengloncito en sus discursos.

Ominoso porque, al final del día, México está separado, está divorciado, está completamente polarizado. “Nosotros, los pobres, ustedes los ricos”, “los malos y los buenos”, “los orcos y los elfos”.

Esperábamos muchos, ilusos por supuesto, que fuera uno de los primeros actos de la propia Presidenta que apelara a la que ha dicho es su vocación republicana.

Ni un atisbo de esa Claudia.

46% de los votantes en México no lo hicieron por Claudia. 46% de la población que toma decisiones en este país no está siendo tomada en cuenta por la Presidenta. 46% de los mexicanos siguen esperando una señal, aunque sea chiquita, de que la mandataria los va a tomar en cuenta.

Y Claudia Sheinbaum ha dicho absolutamente nada para con ellos. No desprecio, pero tampoco conciliación, ni trabajo conjunto, ni tampoco un ofrecimiento, un lanzarles la mano para decir “órale, vénganse a trabajar por un mejor México”. Nada, cero.

Eso sí, las loas al expresidente ya empezaron a aburrir y ya nos quedó bastante claro que seguirá haciéndola de tapete.

Eso sí, las afrentas contra los enemigos y los malvados identificados por el cuatroteísmo. Para Zedillo y para Calderón vaya que hubo menciones y denuestos. Para los trabajadores del Poder Judicial no hubo ni la más mínima intención de escucharlos, simplemente les dijo que regresen a trabajar y ya porque sus sueldos están seguros, como si el tema se circunscribiese única y exclusivamente a la lana que perciben.

Cero arreglo, cero diálogo. Así empieza el sexenio de Claudia Sheinbaum, que ha dicho que se equivocan quienes dicen que lo suyo será autoritarismo. No hace falta mas que un solo dedo de frente para entender que ni siquiera le hace falta ejercer el autoritarismo cuendo ambas cámaras son suyas. Tiene el poder total y en vez de aprovecharlo para reconciliar a México, no, opta por seguirlo dividiendo. Por seguir la misma vía de su antecesor: el odio, la división, el discurso polarizante, los malos de siempre.

Esperábamos muchos que la mandataria diera una señal de que México es más grande que sus que sus divisiones, que los mexicanos somos más fregones que nuestros odios, que los mexicanos podemos entablar un diálogo a pesar de nuestras diferencias. Altura y dignidad. No hubo ni un gramo.

Eso sí, la imitación de Carlos Salinas de Gortari le salió a la perfección.

Ni los veo, ni los oigo. No me importan. No me interesan. No los voy a escuchar.

Habrá que ver en el transcurso de su primer semana alguna línea de su discurso hable, aunque sea un poquito, de concordia y pacificación para el pueblo mexicano que no votó por ella.

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