4 Domingo de Pascua

Homilías de cuatro minutos

Buen Pastor

Hoy vemos a Jesús como el Buen Pastor. Es una imagen preciosa que viene del Antiguo Testamento. El Rey David era un pastor de ovejas antes de que se convirtiera en rey, y Jesús se llamó a si mismo hijo de David, porque era su descendiente. Los Evangelios nos dan muchos detalles acerca del Buen Pastor. Jesús dice de si mismo: “Yo soy la puerta de las ovejas; si alguno entra a través de mí, se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pastos.” Vamos al cielo por Jesucristo. No podemos esquivarle o rodearle. Él es el camino, la puerta y el redil.

Jesús es la verdadera puerta. Estamos salvados si entramos y salimos a través de él. La vida es como una habitación muy grande llena de puertas, para ser abiertas, para ser probadas, para encontrar la felicidad. Podemos elegir la que queramos, aunque a veces no sabemos a dónde nos llevan. Unas son mejores que otras. Debemos tener cuidado en elegir una que no nos descarríe. Algunas puertas son hermosas, atractivas, misteriosas, pero sabemos a dónde nos llevan. Las hemos experimentado. Los cristianos tenemos buena suerte: sabemos cual es la puerta más importante: Jesucristo. Él es el único que nos puede llevar a los pastos verdes que buscamos. Él sabe cuáles son y donde están. Todos queremos ser felices, pero muchas veces buscamos la felicidad donde no está. Sabemos que algunos pastos son nocivos, unas hierbas son venenosas como serpientes, y no toda comida es saludable para nuestra vida espiritual. Buenos pastos son difíciles de encontrar. A veces tenemos que cruzar desiertos para llegar a ellos. Debemos confiar en Jesús y seguirlo hasta llegar a esos oasis llenos de agua fresca y hierba verde.

Jesús nos dice que debemos escuchar su voz. Es la mejor manera de no perderse. Es muy fácil perder el camino, ser la oveja perdida de la parábola. Si escuchamos su voz, si seguimos sus huellas, estamos en el buen camino. Cuando nos distraemos, cuando curioseamos, cuando jugamos con fuego, un silbido del Pastor nos trae de vuelta al buen camino. Es una buena confesión, un libro apropiado, una película certera, una canción con mensaje, un podcast inspirado, o una buena conversación con un amigo. Jesús se hace oír con su voz bien timbrada.

Nos conoce uno a uno, por nuestros nombres. Para él no somos un número. Somos únicos, irremplazables, insustituibles. Cuando nos fijamos en las otras ovejas, nos pensamos que todos somos iguales, que no hay manera de distinguirnos. Las ovejas siempre van juntas para defenderse de los peligros. Jesús nos reconoce inmediatamente. Tenemos nuestra propia personalidad, nuestro carácter, nuestra fisonomía única. Está dispuesto a dejar las otras noventa y nueve ovejas en el redil, para salir en nuestra búsqueda cuando nos hemos perdido. Nos llama gritando nuestro nombre, nos busca entre los montes y los peñascos, la maleza y los precipicios. Cuando nos encuentra, nos sube en sus hombros y nos lleva de vuelta al aprisco. Si nos escondemos de sus llamadas, no podrá encontrarnos.

Otros pastores no nos conocen. Trabajan por dinero; son asalariados. No nos van a defender contra los lobos. No van delante, sino detrás, tirándonos piedras. No saben nuestros nombres, no buscan buenos pastos, y se duermen por la noche. Si nos perdemos no salen en nuestra busca. Jesús es lo contrario. Es el Buen Pastor, que está dispuesto a hacer lo que haga falta para traernos de vuelta a su redil.

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