321: Ofrendas maldecidas 12/5/2024 #1299
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Pastor José Luis Cinalli
12/5/2024
Ofrendas maldecidas
“Purifica el altar y conságralo cada día… entonces el altar será santísimo… cosa muy sagrada… sacrosanto (NBE)… y todo lo que toque el altar será santificado”, Éxodo 29:37 (NTV, NBLH).
12/5/2024
Ofrendas maldecidas
“Purifica el altar y conságralo cada día… entonces el altar será santísimo… cosa muy sagrada… sacrosanto (NBE)… y todo lo que toque el altar será santificado”, Éxodo 29:37 (NTV, NBLH).
El dinero deja de ser metal y se convierte en ofrenda cuando el altar lo santifica, Mateo 23:19. Si el altar aprueba la ofrenda bendice a quien la da; de lo contrario, el dinero presentado podría ser útil para la iglesia pero no para quién lo entregó: “Dios no soporta a los malvados que le traen ofrendas…”, Proverbios 21:27 (TLA); Isaías 1:13-15. ¡Una vida de sumisión a Dios es esencial para que la ofrenda sea recibida! ¡Vida ordenada, vida bendecida! ¡No existe ofrenda que pueda sustituir la obediencia de quien la entrega! Dios les dijo a los israelitas: “… ¡Tomen sus ofrendas… y… sacrificios y cómanselos ustedes mismos! Cuando saqué a sus antepasados de Egipto… les dije: “Obedézcanme… ¡Hagan todo lo que les diga y les irá bien!”, Jeremías 7:21-23 (NTV). “Me han ofrecido sacrificios y ofrendas… pero eso a mí no me agrada… por sus pecados…”, Oseas 8:13 (NVI; NBV). “Ustedes me traen ofrendas, pero eso no es lo que quiero. Lo que quiero es que me amen…”, Oseas 6:6 (TLA). Jesús agregó: “Prefiero que sean compasivos con la gente, y no que me traigan ofrendas”, Mateo 9:13 (TLA). Entiéndase bien, no es que Dios no quiera nuestras ofrendas. Jesús está usando un modismo hebreo que permite la negación de una cosa para enfatizar otra más importante. Por ejemplo, Él dijo: “No trabajen… por la comida que perece sino por la… que permanece para vida eterna…”, Juan 6:27 (PDT, RVC). ¿Significa eso que no debemos trabajar por el pan de cada día? Claro que no. La intención del Señor era enfatizar las cosas espirituales. También dijo: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre… madre… mujer e hijos… no puede ser mi discípulo”, Lucas 14:26. La palabra aborrecer en este pasaje no significa odiar sino ‘amar menos’. Esto sucedía con Jacob, quien ‘aborrecía’ a Lea (Génesis 29:31); es decir, la amaba menos que a Raquel. Por lo tanto, cuando Jesús dijo que prefería misericordia antes que las ofrendas quiso resaltar la importancia de la vida espiritual del que ofrenda. Los israelitas llevaban animales para ofrendar pero nunca se llevaron a sí mismos como una ofrenda viva, Romanos 12:1. Si en nuestra ofrenda no está incluida nuestra vida, el altar no la recibe y tampoco la bendice. Esa es la razón por la que: ¡antes que nuestro dinero Dios quiere nuestro corazón! ¡Si nuestro corazón está lejos de Dios la ofrenda es una burla y no vale más que un suspiro!
¡Es cierto que podemos ofrendar lo que queramos, pero eso no significa que Dios la acepte! Dios no acepta cualquier ofrenda. Si no es lo mejor de lo primero y no incluye nuestra vida no esperemos que Dios apruebe lo que le estamos ofreciendo. En tiempos de Malaquías el Señor recriminó la falta de respeto en la presentación de las ofrendas: “¡Ustedes los sacerdotes no me respetan! ¡Me tratan como si no valiera nada!... Me ofenden cuando… ofrecen pan inmundo sobre mi altar (NBLH)… cuando me presentan como ofrenda animales… que no valen nada… Estoy muy molesto con ustedes…”, Malaquías 1:6-10 (TLA). Los sacerdotes despreciaban a Dios ofrendando lo que no servía. Ofrendas no faltaban en el altar; el problema era aún peor, ofrecían aquello que el altar no merecía recibir, ¡ofrendaban pan inmundo! La blasfemia del santuario es peor que la blasfemia de la calle. ¿Qué significa “pan inmundo” en el altar del Señor? Tiempo que sobra, un servicio barato y una ofrenda sin sacrificio; un ministerio sin pasión y una predicación fría, repleta de trivialidades y carente de Cristo, de su revelación y de su gloriosa Palabra. Necesitamos humillarnos y reconocer que estamos ofreciendo pan inmundo en el altar del Señor. No juguemos con los privilegios sagrados de la casa de Dios ni con las cosas santas del altar, pues acarrean condenación si no exaltan a Cristo. Los sacerdotes ofrecían a Dios ´regalos´ que el gobierno no recibiría. No se puede pacificar al Señor y obtener su favor con esa clase de adoración irreverente. Dios dijo “¡Prefiero que se cierren las puertas de mi templo! Ya no me traigan esta clase de ofrendas, porque… no se las voy a aceptar”, Malaquías 1:10 (TLA). La historia de los sacerdotes ‘adoradores irreverentes’ terminó en tragedia. “… Enviaré sobre ustedes maldición… maldeciré sus bendiciones; y en verdad, ya las he maldecido… porque ustedes no han respetado mi nombre…”, Malaquías 2:2 (NBLH, PDT). ¡Dios no nos bendice a medias, pero tampoco acepta un servicio a medias!
¡Dios respeta a quienes lo respetan y recompensa a quienes lo honran! Seguramente habrás visto la película Carrozas de fuego. Retrata la historia de Eric Liddell, llamado el escocés volador, quién dejó su estelar carrera deportiva para ser misionero en China. En 1924 iba a correr para su país en los juegos olímpicos de París cuando supo que las preliminares de los 100 metros se disputarían el día domingo. Eric se negó a correr porque no quería deshonrar a Dios. En su lugar corrió los 400 metros que, por supuesto, no era su especialidad. Mientras se aproximaba al lugar de partida un hombre desconocido deslizó un papel en su mano con la siguiente inscripción: “Yo honraré a los que me honran”, 1º Samuel 2:30. Ese día Eric Liddell rompió el récord olímpico y mundial en los 400 metros. Antes de morir, haciendo alusión a su apasionada vida para Dios, dijo: “¡en completa rendición!”. Otra mujer que fue honrada por rendir su vida en la ofrenda de un perfume fue María: “… En cualquier lugar del mundo donde se predique la Buena Noticia, se recordará y se hablará de lo que hizo esta mujer”, Marcos 14:9 (NTV). Imagina la cantidad de personas en el mundo entero que en este preciso momento estarán leyendo acerca de ella o la cantidad de discursos que se estarán pronunciando y cuyo tema principal sea la generosidad de una mujer atrevida en su fe. Todos los días, en todo el mundo y por cientos de años. María siendo recordada e inmortalizada por un acto de generosidad extrema. La vida de María puede ser retratada en tres imágenes: a) María se sentó a los pies de Jesús y aprendió, Lucas 10:39. B) María cayó a los pies de Jesús y se rindió, Juan 11:32. C) María ungió los pies de Jesús y lo honró, Juan 12:3. Así como María quebró el frasco de alabastro nosotros debemos romper las gruesas paredes de nuestro yo y derramar sobre el Señor lo más precioso que tenemos: nuestras vidas. Y la recompensa también será grande. Jesús dijo: “… Todos los que dejaron… casas… hermanos… padres… hijos o tierras por mi causa, recibirán cien veces más y heredarán la vida eterna", Mateo 19:29 (PDT). ¿Lo ves? A Dios le gusta exagerar con la recompensa. Cualquier cosa que hayamos rendido a Él nos será regresada cien veces más, además de la vida eterna. El ‘todo’ de los discípulos no era mucho, sin embargo, Jesús no olvidó que era su ‘todo’ al igual que la viuda de Sarepta que ofrendó su ‘todo’ en su último bocado de pan: “… Y comió él… ella, y su casa, muchos días… todo el tiempo que fue necesario. No importaba qué cantidad usara, siempre quedaba suficiente en los depósitos”, 1º Reyes 17:15-16 (LBLA; NBV). ¡Muchos días, todo el tiempo, y todo lo suficiente! Y todo por darle a Dios su ‘todo’. Nuestro ‘todo’ a cambio del ‘todo’ de Dios. ¡Solo cuando le damos a Dios ‘todo’, estamos en posición de esperar ‘todo’ de parte de Dios!
¡La ofrenda que Dios bendice es aquella que contiene la vida del ofrendante! Si hemos de esperar agradar a Dios y vivir bajo cielos abiertos debemos ir al altar con ‘todo’ y sacrificar ‘todo’ a Dios. ¿Estás dispuesto a ‘prenderte fuego’ a cambio de una vida sobrenatural? No estamos hablando de colocar bienes materiales en el altar. Eso es lo mínimo, algo fácil de hacer. Lo difícil es ir al altar, entregar nuestro corazón y decir: “¡en completa rendición!”. Honrar a Dios con palabras, canciones y aleluyas es fácil: “Este pueblo… con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”, Isaías 29:13. Lo difícil es colocar la vida en el altar. ¿Sabes por qué? Porque la ofrenda representa el corazón del ofrendante. La ofrenda de Dios fue su hijo, Juan 3:16. El hijo de Dios se hizo carne y vivió en este mundo injusto sometiéndose a las injustas leyes de los hombres. Fue apresado como animal, golpeado, apaleado y escupido. Pusieron una pesada cruz en su espalda y luego desnudo, completamente desnudo, lo colgaron en ella para que no solo sufriera sino que también fuera avergonzado. ¿Y por qué soportó todo eso? Porque era la ofrenda viva de Dios para este mundo pecador. Dios dio ‘todo’ y no espera menos que ‘todo’ de nosotros. Dios mostró su corazón con su ofrenda. Al darnos a su hijo demostró cuánto nos ama. Dios sabía que unos pocos aceptarían su amor pero aun así dio ‘todo’. ¿Lo ves? La única forma de demostrarle a Dios que lo amamos es presentándonos en el altar con ‘todo’, con todas nuestras pretensiones, todas nuestras vanidades y todos nuestros deseos, sueños y proyectos personales. No retengamos nada si es que queremos que el altar nos bendiga. Al entregar ‘todo’, el altar en compensación recibe la ofrenda y la convierte en un instrumento para su gloria. Ya que Jesús entregó ‘toda’ su vida nosotros debemos entregar ‘toda’ la nuestra, si queremos ser salvados. ¡Es todo por todo! El que se atreva a sacrificar la vieja y equivocada vida recibirá a cambio la que Dios ha prometido: vida abundante y vida eterna. ¡Sacrificar ‘toda’ nuestra vida es difícil, pero es el único camino para salvarla!
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