326: El evangelio de la prosperidad o la prosperidad del evangelio - 26/5/2024 - #1301
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Pastor José Luis Cinalli
26/5/2024
El evangelio de la prosperidad o la prosperidad del evangelio
26/5/2024
El evangelio de la prosperidad o la prosperidad del evangelio
“Amado, mi oración es que seas prosperado en todas las cosas… así como prospera tu alma”, 3ª Juan 1:2 (RVA).
El tema de la prosperidad ha sido motivo de grandes controversias. Sin embargo, las palabras prosperar, próspero y prosperidad aparecen más de 45 veces en las Escrituras. Por ejemplo, el apóstol Juan oró a Dios para que Gayo sea prosperado económicamente: “Pido a Dios que… seas prosperado en todas las cosas”, 3ª Juan 1:2 (DHH, RVA). “Todas las cosas” no excluye nada; por ende, incluye la economía. La voluntad de Dios es que prosperemos, pero no es su voluntad que prosperemos más en las cosas materiales que en las espirituales, Mateo 6:33. ¡El evangelio que enfatiza la prosperidad mundana antes que la espiritual no es de Dios! La prosperidad es una bendición siempre que Dios siga siendo nuestro Dios y no tan solo nuestro proveedor. Para muchos creyentes la prosperidad es provisión pero no es bendición porque cuando estaban en necesidad, buscaban a Dios, oraban, ayunaban y servían. Pero pronto prosperaron y Dios dejó de ser lo primero y más importante de sus vidas y agendas. Ya no sirven ni ayunan, no claman, ni son sensibles a lo que Dios les pide. Se cumple lo que Dios dijo: “Te hablé en tu prosperidad, mas tú dijiste: ¡No escucharé!”, Jeremías 22:21 (VM). Entonces, ¡no busques la prosperidad a expensas de tu vida espiritual; busca primero Su presencia y luego su favor!
Volvamos al pasaje central. Gayo ya era próspero económicamente por el hecho de que ayudaba al sostenimiento de obreros cristianos, 3ª Juan 1:5. Entonces, ¿por qué razón Juan le pide a Dios por más recursos económicos? La respuesta es sencilla: ¡para que siguiera cumpliendo con la misión de apoyar la obra del Señor! “Amado, es magnífico el servicio que prestas a la obra de Dios al ayudar a los maestros y misioneros que pasan por tu casa… … Debemos ayudarlos porque haciéndolo nos convertimos en colaboradores suyos… en la difusión de la verdad”, 3ª Juan 1:5-8 (NT-BAD, NT AF). ¿Lo ves? Juan pide prosperidad económica para fines espirituales. ¡La prosperidad económica siempre debe estar subordinada a la espiritual! ¡La generosidad es el propósito de la prosperidad! “Dios… les proporcionará… buenas cosechas para que cada vez puedan dar mayores ofrendas. Sí, Dios les dará en abundancia para que puedan dar en abundancia…”, 2ª Corintios 9:10-11 (NT-BAD); 1ª Timoteo 6:17-18. Pablo enseñó el mismo principio cuando le pidió a Tito y a la iglesia que pastoreaba que suplieran las necesidades urgentes de los mensajeros y evangelistas itinerantes: “Preocúpate de que a Zenón… y a Apolo nada les falte para su viaje. Que nuestros hermanos aprendan a ser los primeros en la práctica del bien, ayudando en las necesidades más apremiantes…”, Tito 3:13-14 (BLPH). El cristiano generoso, lleno de fe y amor busca maneras de colaborar para glorificar a Dios.
El tema de la prosperidad ha sido motivo de grandes controversias. Sin embargo, las palabras prosperar, próspero y prosperidad aparecen más de 45 veces en las Escrituras. Por ejemplo, el apóstol Juan oró a Dios para que Gayo sea prosperado económicamente: “Pido a Dios que… seas prosperado en todas las cosas”, 3ª Juan 1:2 (DHH, RVA). “Todas las cosas” no excluye nada; por ende, incluye la economía. La voluntad de Dios es que prosperemos, pero no es su voluntad que prosperemos más en las cosas materiales que en las espirituales, Mateo 6:33. ¡El evangelio que enfatiza la prosperidad mundana antes que la espiritual no es de Dios! La prosperidad es una bendición siempre que Dios siga siendo nuestro Dios y no tan solo nuestro proveedor. Para muchos creyentes la prosperidad es provisión pero no es bendición porque cuando estaban en necesidad, buscaban a Dios, oraban, ayunaban y servían. Pero pronto prosperaron y Dios dejó de ser lo primero y más importante de sus vidas y agendas. Ya no sirven ni ayunan, no claman, ni son sensibles a lo que Dios les pide. Se cumple lo que Dios dijo: “Te hablé en tu prosperidad, mas tú dijiste: ¡No escucharé!”, Jeremías 22:21 (VM). Entonces, ¡no busques la prosperidad a expensas de tu vida espiritual; busca primero Su presencia y luego su favor!
Volvamos al pasaje central. Gayo ya era próspero económicamente por el hecho de que ayudaba al sostenimiento de obreros cristianos, 3ª Juan 1:5. Entonces, ¿por qué razón Juan le pide a Dios por más recursos económicos? La respuesta es sencilla: ¡para que siguiera cumpliendo con la misión de apoyar la obra del Señor! “Amado, es magnífico el servicio que prestas a la obra de Dios al ayudar a los maestros y misioneros que pasan por tu casa… … Debemos ayudarlos porque haciéndolo nos convertimos en colaboradores suyos… en la difusión de la verdad”, 3ª Juan 1:5-8 (NT-BAD, NT AF). ¿Lo ves? Juan pide prosperidad económica para fines espirituales. ¡La prosperidad económica siempre debe estar subordinada a la espiritual! ¡La generosidad es el propósito de la prosperidad! “Dios… les proporcionará… buenas cosechas para que cada vez puedan dar mayores ofrendas. Sí, Dios les dará en abundancia para que puedan dar en abundancia…”, 2ª Corintios 9:10-11 (NT-BAD); 1ª Timoteo 6:17-18. Pablo enseñó el mismo principio cuando le pidió a Tito y a la iglesia que pastoreaba que suplieran las necesidades urgentes de los mensajeros y evangelistas itinerantes: “Preocúpate de que a Zenón… y a Apolo nada les falte para su viaje. Que nuestros hermanos aprendan a ser los primeros en la práctica del bien, ayudando en las necesidades más apremiantes…”, Tito 3:13-14 (BLPH). El cristiano generoso, lleno de fe y amor busca maneras de colaborar para glorificar a Dios.
La generosidad de Gayo era la evidencia de su amor al prójimo: “El verdadero amor se demuestra con hechos”, 1ª Juan 3:18 (PDT). Y el amor al prójimo es determinante para recibir respuesta a nuestras oraciones: “El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará y no recibirá respuesta”, Proverbios 21:13 (NBLH); Isaías 58:7-9. El servicio que prestamos a la obra de Dios es hecho a Dios mismo: “Dios… nunca olvidará lo que ustedes han hecho, y siguen haciendo, para ayudar a su pueblo elegido…”, Hebreos 6:10 (TLA). Cuando ayudamos a quienes luchan por la verdad, nos convertimos en colaboradores de la verdad. Y algo más, ¡los que apoyan a quienes predican el verdadero evangelio comparten su recompensa! “Todo se repartirá en partes iguales entre los hombres que se quedaron a cuidar de las provisiones y los que fueron a la batalla”, 1º Samuel 30:24 (PDT). La recompensa para las personas de apoyo es la misma que para aquellos que están en el frente de la batalla. Los soldados en el frente dependen de aquellos que proporcionan servicios de apoyo. Para que el ‘pan celestial’ llegue a la mesa es vital el trabajo en equipo (camarógrafos, editores, diseñadores, sonidistas, intercesores, contadores, maestros, secretarios y de aquellos que colaboran de otras maneras). ¿Estás en la línea de batalla? No olvides a quienes te apoyan. ¿Estás en el grupo de apoyo? Dios te recompensará aunque tu servicio sea menos visible que el de aquellos que están en el frente. Incluso más, Jesús dijo: “Les aseguro que Dios no se olvidará de premiar al que dé un vaso de agua fresca a uno de mis seguidores, aunque se trate del menos importante”, Mateo 10:42 (TLA). Todo esto explica por qué Juan oraba por la prosperidad de Gayo: él usaba sus recursos para bendecir a quienes predicaban la Palabra. Después de la muerte de George Müller se descubrió que durante su vida había donado de sus recursos personales 81.490 libras. Su herencia de tan solo de 60 libras, más el valor de sus libros y muebles estimados en 100 libras. Esa forma de dar tan sacrificial tuvo un impacto directo en el poder extraordinario para prevalecer delante de Dios en oración. 1
La Biblia registra varias maneras de dar. La primera es la limosna. Cornelio fue recompensado por su ayuda a los pobres: “Dios ha tomado en cuenta tus oraciones y tus limosnas…”, Hechos 10:31 (NT-BAD). Aunque Cornelio era “piadoso, temeroso de Dios… oraba a Dios siempre (Hechos 10:1) ayunaba (Hechos 10:30) y tenía “buen testimonio en toda la nación de los judíos” (Hechos 10:22), Dios solo tuvo en cuenta su oración y su generosidad a los pobres. La oración demostraba su amor a Dios y la limosna su amor al prójimo. Así cumplía con toda la ley: “amar a Dios y… al prójimo”, Lucas 10:27. “Dios bendice a los que cuidan de los pobres, y los pondrá a salvo cuando vengan las dificultades”, Salmo 41:1 (TLA); Isaías 58:7-9. “¡Si eres bueno con los pobres, Dios te bendecirá!”, Proverbios 14:21 (TLA). “Dios bendice… a quienes comparten con libertad y dan con generosidad a los necesitados; sus buenas acciones serán recordadas para siempre…”, Salmo 112:1 y 9 (TLA, NTV). “Nunca se olviden de hacer lo bueno, ni de compartir lo que tienen con los que no tienen nada. Esos son los sacrificios que agradan a Dios”, Hebreos 13:16 (TLA). “Da al pobre con generosidad… porque el SEÑOR… te bendecirá en todo lo que hagas…”, Deuteronomio 15:10 (NTV). Jesús dijo que dar al pobre tiene recompensa eterna, Lucas 14:14. Cuando Pablo fue aceptado por los apóstoles lo único que le pidieron es que no dejara “de ayudar a los pobres de la iglesia en Jerusalén… que es precisamente lo que yo he estado haciendo con dedicación”, Gálatas 2:10 (TLA, PDT); Hechos 10:35. Lo que damos al pobre Dios lo toma como un préstamo personal: “Si ayudas al pobre, le prestas al SEÑOR… ¡y Dios siempre paga sus deudas!”, Proverbios 19:17 (NTV, TLA). Jesús dijo: “… Cuando tuve hambre, ustedes me dieron de comer”, Mateo 25:34 (TLA). “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer?... Cada vez que ustedes hicieron algo por mis hermanos más humildes, también lo hicieron por mí”, Mateo 25:37-40 (TLA, PDT). La limosna no cuenta si se hace para aparentar espiritualidad: “No hagáis vuestra limosna… para que los demás te vean y admiren…”, Lucas 6:1 (RV1862, NT-BAD). “Cuando alguno de ustedes ayude a los pobres, no se lo cuente a nadie. Así esa ayuda se mantendrá en secreto, y Dios el Padre, que conoce ese secreto, les dará a ustedes su premio”, Mateo 6:3-4 (TLA). Para asegurarnos de que nuestros motivos no son egoístas debiéramos realizar nuestras buenas obras silenciosamente, sin esperar recompensa. Jesús pide que revisemos nuestros motivos a la hora de dar (Mateo 6:4), orar (Mateo 6:6) y ayunar, Mateo 6:18. Estas obras no deben ser egocéntricas, sino teocéntricas y no para hacernos lucir bien sino para hacer lucir bien a Dios. Cuanto tengas la oportunidad de hacer una buena obra, pregúntate: ¿haría esto aunque nadie lo supiera?
La Biblia registra varias maneras de dar. La primera es la limosna. Cornelio fue recompensado por su ayuda a los pobres: “Dios ha tomado en cuenta tus oraciones y tus limosnas…”, Hechos 10:31 (NT-BAD). Aunque Cornelio era “piadoso, temeroso de Dios… oraba a Dios siempre (Hechos 10:1) ayunaba (Hechos 10:30) y tenía “buen testimonio en toda la nación de los judíos” (Hechos 10:22), Dios solo tuvo en cuenta su oración y su generosidad a los pobres. La oración demostraba su amor a Dios y la limosna su amor al prójimo. Así cumplía con toda la ley: “amar a Dios y… al prójimo”, Lucas 10:27. “Dios bendice a los que cuidan de los pobres, y los pondrá a salvo cuando vengan las dificultades”, Salmo 41:1 (TLA); Isaías 58:7-9. “¡Si eres bueno con los pobres, Dios te bendecirá!”, Proverbios 14:21 (TLA). “Dios bendice… a quienes comparten con libertad y dan con generosidad a los necesitados; sus buenas acciones serán recordadas para siempre…”, Salmo 112:1 y 9 (TLA, NTV). “Nunca se olviden de hacer lo bueno, ni de compartir lo que tienen con los que no tienen nada. Esos son los sacrificios que agradan a Dios”, Hebreos 13:16 (TLA). “Da al pobre con generosidad… porque el SEÑOR… te bendecirá en todo lo que hagas…”, Deuteronomio 15:10 (NTV). Jesús dijo que dar al pobre tiene recompensa eterna, Lucas 14:14. Cuando Pablo fue aceptado por los apóstoles lo único que le pidieron es que no dejara “de ayudar a los pobres de la iglesia en Jerusalén… que es precisamente lo que yo he estado haciendo con dedicación”, Gálatas 2:10 (TLA, PDT); Hechos 10:35. Lo que damos al pobre Dios lo toma como un préstamo personal: “Si ayudas al pobre, le prestas al SEÑOR… ¡y Dios siempre paga sus deudas!”, Proverbios 19:17 (NTV, TLA). Jesús dijo: “… Cuando tuve hambre, ustedes me dieron de comer”, Mateo 25:34 (TLA). “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer?... Cada vez que ustedes hicieron algo por mis hermanos más humildes, también lo hicieron por mí”, Mateo 25:37-40 (TLA, PDT). La limosna no cuenta si se hace para aparentar espiritualidad: “No hagáis vuestra limosna… para que los demás te vean y admiren…”, Lucas 6:1 (RV1862, NT-BAD). “Cuando alguno de ustedes ayude a los pobres, no se lo cuente a nadie. Así esa ayuda se mantendrá en secreto, y Dios el Padre, que conoce ese secreto, les dará a ustedes su premio”, Mateo 6:3-4 (TLA). Para asegurarnos de que nuestros motivos no son egoístas debiéramos realizar nuestras buenas obras silenciosamente, sin esperar recompensa. Jesús pide que revisemos nuestros motivos a la hora de dar (Mateo 6:4), orar (Mateo 6:6) y ayunar, Mateo 6:18. Estas obras no deben ser egocéntricas, sino teocéntricas y no para hacernos lucir bien sino para hacer lucir bien a Dios. Cuanto tengas la oportunidad de hacer una buena obra, pregúntate: ¿haría esto aunque nadie lo supiera?
Nota. La Biblia dice: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada…”, Proverbios 11:24-25. Lo que está mal es retener más de lo que es justo. ¿Significa esto que está bien retener algo? Claro que sí, lo que sea necesario para suplir nuestras necesidades personales y familiares. Pablo dijo: “Los que no están dispuestos a trabajar que tampoco coman”, 2ª Tesalonicenses 3:10 (NTV). En la ley de Moisés está escrito: “Seis días trabajarás”, Éxodo 20:9. Así como es un privilegio ayudar al pobre en un momento de necesidad, existe mandato de esforzarse y trabajar. No está bien sustentar la pereza ni apañar los vicios o cualquier forma de desorden. Pero volvamos al punto central, dar constituye una paradoja: ¡nos volvemos ricos al ser generosos! Dios bendice a los que dan con liberalidad de sus posesiones, tiempo y energías. Dar nos ayuda a obtener una buena perspectiva de todas las cosas, ya sean bendiciones, capacidades o posesiones. Para comenzar, nos damos cuenta de que nunca fueron nuestras, sino que Dios nos las dio a fin de utilizarlas para ayudar a otros. ¿Qué obtenemos entonces al dar? ¡El gozo de ayudar a los demás y la aprobación de Dios! Como verás, ¡nunca perdemos cuando damos generosamente!
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